Mi Padre

Un gran amante del arte, por un tiempo amó a Picasso más que a nadie. Es una historia de amor y obsesión que, sin quererlo, quizás, comenzó a hacer lo que con el tiempo se convertiría en uno de los más grandes homenajes que alguna vez se hayan hecho al pintor.

El propio pintor Roberto Matta, al conocer estas obras, quedó muy sorprendido y dijo que un acto de tal generosidad y libertad solo podía venir de América del Sur, donde un artista se entregara por completo a crear la obra de otro artista y no la suya propia.

Esta historia comenzó hace varios años, con mi padre robándole tiempo a su fábrica de bellas y hermosas puertas talladas en madera. Poco a poco fue derivando a algunos maestros de las puertas a esculpir cubismo, sin entender lo que hacían. Ellos mismos lograron comprender al pintor al ir apareciendo estos bajos y altorrelieves mientras tallaban la madera, supervisados por escultores y pintores (donde me incluyo). Durante varios años fuimos creando o recreando estas obras, en las que mi padre nos dirigía, ya que había leído todo lo que existía sobre Picasso, y se sumergió de cabeza en su vida y obra, lo que terminó sumergiéndonos a todos en la vida y obra de Picasso.

Lo alabó como el gatillante de todo lo moderno. Todo pasaba por Picasso: desde la ropa que usamos hasta cómo caminamos y cómo miramos el mundo. No paró de hablar de él durante muchos años, con lo que casi pierde a todos sus amigos y a su familia entera.

A su equipo de trabajadores a veces nos invitaba a almorzar a diferentes picadas del barrio Mapocho, cerca de la fábrica. Era un día de fiesta para nosotros; nos sacábamos el delantal, nos sacudíamos el polvo y nos aprontábamos para un largo y distendido almuerzo con vinos y un unipersonal canto a Picasso y lo divino. Volvíamos luego al trabajo, no sé si muy embalados, pero sí con todo el poder de sabernos poseedores de un gran secreto del mundo.

Mi padre, arquitecto de la Universidad Católica de Valparaíso, empresario-industrial, de grande y soñadora mirada, quizás a manera de disculpa para explicar su obsesión, comenzó a hablar del “Museo Picasso”. Democratizar a Picasso y volverlo accesible a todo el mundo, incluso a ciegos, era un deber humano. Todos aquellos países que no alcanzaron a tener un Picasso en sus museos nacionales tendrían la posibilidad de, en vez de comprar un cuadro original, adquirir la historia completa de todos los períodos por los cuales pasó la pintura de Picasso, en tamaño real y muy bellamente contada.

Eduardo Mena Concha
(Pintor)